El sistema penitenciario ecuatoriano fue declarado en emergencia a finales de septiembre tras un violento enfrentamiento entre bandas que dejó 119 víctimas
Otra madrugada violenta en la Penitenciaría de Guayaquil deja una escena de horror en un Ecuador conmocionado por la inseguridad y un saldo de al menos 68 presos muertos. Como hace apenas dos meses, un enfrentamiento entre bandas dentro la prisión más grande del país ha terminado con decenas de cuerpos desmembrados o incinerados. De acuerdo con testigos e información recabada por reporteros locales, los disparos comenzaron a escucharse en las poblaciones vecinas el viernes por la noche pero ninguna autoridad se ha pronunciado sobre la nueva masacre hasta entrada la mañana del sábado.
El informe preliminar, del sábado por la mañana, hablaba de 58 víctimas, todos reos, pero advertía que los fallecidos podrían ser muchos más. Por la tarde, la Fiscalía General del Estado dijo que la cifra ascendía a 68 muertos y 25 heridos, y anunció la apertura de una investigación por los hechos. En conferencia de prensa, el gobernador de la provincia de Guayas, Pablo Arosemena, describió la situación de “salvajismo y falta de humanidad” y la relacionó con una lucha de poder entre bandas que querían “doblegar” a los presos del pabellón 2. “No había cabecilla de la banda que está en ese pabellón, porque días atrás había sido liberado por un juez al cumplir el 60 % de su condena”, explicó Arosemena. “Querían sitiarlos, acorralarlos, hacer una masacre total”. En ese pabellón conviven 700 internos.
Todo empezó al atardecer del viernes, según la comandante general de la Policía, Tanya Varela. La policía recibió una alerta por detonaciones —disparos— y entraron a controlar el brote de violencia. Salieron de allí porque “las condiciones fueron adversas toda la noche”. Los presos llevaban armas largas, cortas y hasta explosivos. “No eran las condiciones para una intervención y se buscaron otras estrategias”. Los internos de tres pabellones enteros deambulaban libremente y se intentó dispersarlos con gases lacrimógenos. “A las 2.20 de la madrugada, la policía tomó la decisión de entrar, hasta las 7, y aún sigue ahí dentro. Es posible que se puedan generar nuevas acciones”.
Durante la cacería que duró toda la noche, los presos transmitieron desde sus teléfonos móviles en vivo a través de Facebook para mostrar lo que estaba pasando y suplicar ayuda al Gobierno. No había luz y sonaban disparos constantemente. Entre ellos se llamaban y gritaban. Señalaban a un dron de la policía que iluminaba a algunos. El gobernador Arosemena contó que los atacantes del pabellón 2 intentaron abrir un hueco en la pared con dinamita al no poder entrar por la puerta. “Quemaron colchones para hacerlos salir con el humo tóxico. No se limitaron a la hora de intentar doblegarlos”.
Se trata de un episodio similar al enfrentamiento entre bandas criminales de finales de septiembre, que se cobró 119 vidas que fueron apareciendo a medida que la policía entraba a la prisión a tratar de retomar el control pabellón por pabellón. Ha sido el incidente más grave del sistema penitenciario ecuatoriano y motivó al presidente Guillermo Lasso a declarar el estado de emergencia en todas las cárceles del país.
La agresiva convivencia dentro de las cárceles detonó en el Gobierno de Lenín Moreno, anterior al actual, que decretó un primer estado de excepción en junio de 2019 tras una serie de tres motines que, entonces, escandalizaron al país por su crudeza. Fueron 10 muertos. La situación ha estallado ahora, con Guillermo Lasso como presidente, que acumula tres enfrentamientos graves entre internos. El primero en julio, con 22 muertos; el segundo, en septiembre, con 119; y el de este viernes, cuya dimensión está aún por ver.