EL PECADO DE OMISIÓN

Reflexión para los que saben que no son santos y tienen hambre verdadera de alcanzar la santidad

Por Diac. Dario Vargas

Diac. Dario Vargas

Para reflexionar seriamente, responsablemente, como un hijo de Dios, por obra del Hijo de Dios, Jesucristo,  Señor y Salvador nuestro. Comencemos citando la carta de  Santiago 4, 17:  “El que sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado”. *Es culpable* .

Una de las explicaciones prácticas para la Fe que tiene esa cita bíblica, de manera que no se quede sólo en una expresion bonita, *es que se trata del pecado de omisión.*

Con frecuencia  el pecado de omisión se queda en una mención durante el acto penitencial. Y es necesario tener una conciencia más activa de ello al revisar nuestras vidas.

 *Muchas veces el bien que dejo de hacer  es de tal magnitud que en la rendición de cuentas podría superar el mal que no hago.*

Y lo comete una persona que  no roba, no mata, no comete adulterio, etcétera, *pero se esconde para no hacer el bien si ello supone un riesgo, un  conflicto o genera alguna crítica.*

No se trata sólo de la caridad que dejo de hacer, sino de las acciones que debo realizar como profeta del reino que soy por el Bautismo, por el Nacimiento como hijo de Dios.

No se trata de hacer UN bien, sino el que te  toca, el  bien con el cual cumples la voluntad de Dios.

Vamos a ver. ¿Quién haría como Jesús la predicación y propagación del Reino? ¿Quién más haría como él la misión de revelarnos  al Padre, su Amor y Su Plan de Redención y Salvación, el estilo de vida a seguir, el poder sobre el pecado, la conversión y la vida eterna?

¿Quién más para liberar y sanar de cuerpo y alma a miles y miles de personas?

¿No hubiera sido de mucho bien 10 años más de esa misión que cumplía?

A Jesús, en principio le parecía bien seguir haciendo esa misión y no ir a la Cruz. Pero no. Su voluntad se sometía a la voluntad del Padre.

A hacer el BIEN MAYOR de su muerte para librarnos de la muerte eterna, y abrir las puertas de la vida eterna.

 *Muchas veces somos hasta “santos” a los ojos humanos, pero dejamos de hacer y decir lo que nos corresponde en bien del Reino, para conservar el honor, el prestigio, el nombre, el reconocimiento.*

No es que sea malo de por sí tener esas cosas, pero *Jesús nos enseñó que por encima de mi fama y de mi tranquilidad, está hacer la voluntad de Dios.*

Es bueno hacer continuamente un examen de conciencia a la luz de las Bienaventuranzas, y ver qué es lo que me  anima cuando necesito la aprobación de los demás para decir o hacer lo que hago como prueba de que voy bien. Y eso no es lo propio de un profeta del Reino.

 *Puede pasar acomodado con la falsa paz, la paz egoísta que no corre los riesgos propios del profeta.*

Si lo que debo hacer o decir o escuchar me roba la paz, esa paz no es verdadera.

 *No puede haber miedo en hacer el bien que me toca hacer o decir, sin olvidar la caridad para actuar o hablar.*

Abrazos en Cristo,

Diác. Darío

Redacción
Author: Redacción

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