¿Debe la industria turística auspiciar “casas prefabricadas” en barrios pobres cercanos a centros hoteleros?

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Por Emiliano Reyes Espejo
CRDmedia

A la zona turística del Este “se le vio el refajo” de la pobreza –como se dice a nivel popular-. Todo esto a consecuencia de los efectos devastadores del huracán Fiona  a su paso por esta región del país.

Los fuertes vientos del huracán sacaron a flote la existencia de periferias cargadas de pobreza en donde residen personas en condiciones que distan mucho de la bonhomía, la opulencia que exhibe la industria. Ha sido un contraste, una abismal brecha digna de ser enfrentada.

Se da un caso parecido a los lugares donde existen explotaciones mineras que extraen enormes fortunas del subsuelo, mientras dejan en sus entornos estelas de pobrezas lamentables.

En este caso, sin embargo, la situación ofrece una oportunidad para la reivindicación de la industria turística, existe una coyuntura que le permitiría al sector mostrar su “rostro social”. Se trata de un reto que se espera sea afrontado con certeza por los hoteleros y demás impulsores del desarrollo turístico de la zona.

Hay que generar sinergia entre la “industria turística y el Estado” (a través de los Proyectos Estratégicos y Especiales –PROPEEP) para desarrollar iniciativas que contribuyan a transformar dichas comunidades pobres, mediante la construcción de “casas prefabricadas”. Tratar de convertir esas comunidades pobres de los entornos hoteleros, mediante un mínimo de inversión social y comunitaria, en poblados con atractivos que sean dignos de sus habitantes, muchos de los cuales laboran en los centros turísticos.

¿Es posible implementar un programa de sustitución de “casuchas” dañadas o no por Fiona por “casas prefabricadas” que se edifiquen en las comunidades cercanas a hoteles?

Los daños

Con Fiona afloraron los daños causados a poblados pobres. Las cifras preliminares estiman en más de 20 mil millones de pesos (unos 375 millones de dólares) los estragos causados por el fenómeno en unas doce provincias y sus comunidades donde se asoma un auge de los negocios turísticos.

Pero resulta que los números fríos no reflejan en su totalidad las dimensiones humanas de los daños del huracán. Las imágenes sí lo hacen.

Los crudos retratos de miseria difundidos por las redes sociales, televisión y prensa escrita han destapado una conmovedora realidad que subyace paralelo al impulso y desarrollo de la industria turística en estas zonas.

”Pudieron salvar muy poco cuando el agua entró a sus casas. Fiona golpeó con dureza a la gente de El Seibo, en República Dominicana, país en el que este huracán dejó más de 10.000 desplazados, 400.000 personas sin electricidad y 1,2 millones sin agua potable”, reportó una agencia de prensa extranjera.

Y es así como frente a una portentosa industria que se ufana de su crecimiento, salen a relucir con la fuerza del huracán los “cinturones de miseria” que emergen en la cercanía de estos lujosos negocios. Pero no es que surgieron últimamente con el ímpetu de los vientos, es que existían desde antes barrios y poblaciones míseras en los alrededores de estos polos turísticos que son atractivos de miles, millones de turistas de diferentes partes del mundo.

El Estado juega su rol

El huracán ha puesto sobre el tapete estas  dos caras de una misma moneda. Y frente al “palo dao” el Estado acudió a jugar su rol reivindicador, pero no ha sido suficiente.  El gobierno dispuso asistir no solo a la parte de la industria turística que resultó afectada, sino que también socorrió con diversas ayudas a las gentes de barrios y comunidades  pobres. El huracán les arrancó a estos  sus bienes más  preciados, sus humildes casuchas de madera, zinc, hojalatas, junto con sus  ajuares.

El propio jefe del Estado, el presidente Luis Abinader, ordenó un inventario de los daños y dispuso, asimismo, que las instituciones oficiales acudan en auxilio de los más pobres. Pidió al Poder Legislativo una declaración de emergencia en doce provincias, con el objetivo de asegurar «acciones rápidas» que permitan a esas regiones recuperar la normalidad.

Una industria pujante

En tanto, los expertos y las instituciones especializadas valoran a la República Dominicana como “un destino turístico de primer nivel en el Caribe”. Millones de turistas aterrizan en los aeropuertos de este país en busca de sus playas y paisajes paradisíacos, gente amable y un tiempo maravilloso todo el año.

“La zona que mayor crecimiento está experimentando es la del Este de la isla, es decir la zona de Punta Cana y en concreto Cap Cana, con una extensión de 120 km 2 al borde de una de las mejores playas de RD, como es playa Juanillo y desarrollos urbanísticos muy exclusivos”, apuntan.

“En definitiva, la zona Este de República Dominicana es sin duda un lugar perfecto para vivir, como lugar privilegiado para desarrollar negocios, o para retirarse y disfrutar de la vida”. O sea, se trata de una joya que hay que preservar.

La otra cara de la moneda

En el entorno de este paraíso turístico, en cambio, se desarrolla como un contrasentido, una serie de comunidades y barriadas pobres que fueron expuestas ahora con la furia endemoniada del huracán Fiona.

Los reportes de prensa exhiben restos de «casuchas» y familias empobrecidas afectadas por el huracán, ubicadas a escasas distancias de donde se han levantado impresionantes infraestructuras turísticas.

La situación debió mover a preocupación a inversionistas de la industria, pero también al Estado que no previó estos hechos, los cuales-si nos descuidamos- podrían dar al traste con muchos esfuerzos realizados para impulsar este pujante sector de la economía del país.

Una hermosa y humana solución

Ante esta realidad cuasi irreversible, nos aventuramos a sugerir una serie de salidas alternativas que pueden servir de panaceas frente a hechos de raigambre social ajenos a la industria, pero que pueden dañarla si se descuidan.

En tal sentido, planteamos:

1)       Instituir una alianza público-privada (PROPEEP y sector social de la industria) para facilitar asistencia a las comunidades y barrios pobres cercanos a las instalaciones turísticas.

2)       Realizar a través de dicha alianza un programa de sustitución de “casuchas” por “casas prefabricadas” en comunidades dañadas por Fiona.

3)       Que la industria disponga de todos los recursos que destina a sus planes sociales y de beneficencia para crear un fondo que financie las “casas prefabricadas”.

4)       Que el Gobierno se comprometa a facilitar terrenos donde se construirían las viviendas, además de garantizar los servicios de electricidad, agua potable, área cultural (para el desarrollo artesanal) espacios para práctica de deportes y transporte para los moradores de esos barrios pobres.

5)       Que estos proyectos se soporten sobre la base de crear un concepto de atracción turística, lo cual   implica que estos sean aprovechados para formar parte de las exhibiciones de la industria en la zona. Es decir, utilizar diseños, colores y atractivos artísticos (murales, exposiciones, talleres artesanales, grupos musicales de bachata, perico ripiao, etc.) que puedan ser utilizados como parte del entorno que los turistas desean visitar en sus itinerarios durante su estadía en el país (mejor dicho, un barrio turístico).

6)       Que esta iniciativa se replique luego en los nuevos proyectos turísticos que se desarrollan en otras regiones del país, especialmente en el  Sur, en el emergente proyecto turístico de Pedernales.

7)       Adoptar a partir de ahora medidas drásticas de control territorial en las zonas turísticas. La medida buscará impedir que se levanten barriadas pobres en terrenos cercanos a los polos turísticos, a fin de evitar que estos se degraden y puedan perder atractivos para los turistas.

Redacción
Author: Redacción

Medio digital de comunicación de República Dominicana

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