Por Carmen Imbert Brugal
Ciudadanía RD Media
La propuesta tuvo reparos en el equipo. Osadía innecesaria alegaban, la virtud en riesgo, empero, el lance era demasiado seductor. Entrevistar al espía más conocido entonces, interceptor de las comunicaciones entre empresarios, políticos, sacerdotes, periodistas, era una tentación.
La dirección del programa Jornada Extra –Teleantillas– accedió y comenzó la tarea. El personaje abrió las puertas de su casa, permitió cámaras, preguntas, quería decir cosas, no justificar.
Mi experiencia en la Fiscalía del DN y en el Juzgado de Instrucción, impedía el asombro, también el miedo. El encuentro fue estupendo, las predicciones fatales quedaron en comentarios de admiración para el hombre intocable, provocador. Fue en el año 1992 y Frank Cabral Calcaño tenía encima las consecuencias de su trabajo, había llegado más allá de lo permitido, competía con las autoridades encargadas del fisgoneo.
La imposibilidad de tipificar su actividad era compensada con allanamientos e imputaciones relacionadas con tráfico de armas y drogas. El DNI lo acusaba de dirigir una red de espionaje capaz de intervenir las conversaciones del Presidente de la República y de los mandos militares. Su abogado, luego Procurador General de la República, con el gracejo que lo caracteriza decía que Frank era detective y el asedio obedecía a los detalles inescrutables del mundo de la investigación. El odontólogo, dedicado al negocio inmobiliario, dijo que le atribuían faltas ajenas. Mencionó a un periodista, padre de uno de los protagonistas del caso Transcore Latam Aurix, como propietario de sofisticados equipos para espionaje cuya propiedad le endilgaban. Nadie logró arredrarlo, en sus archivos está su fuerza.
Historia recurrente en un país de precaria institucionalidad, deslumbrado por las candilejas de un Gobierno diferente, gracias al discurso fundacional de la patria nueva. Se repite la historia con la agravante del silencio porque esta administración está exenta de manejos siniestros, la virtud impera.
Es muy grave que un ciudadano, prevalido de un poder vicario, rete al Presidente de la República. Más allá de los entresijos del contrato INTRANT-Transcore- Latam, las revelaciones del director de operaciones de la empresa AURIX,en otra época, hubieran causado conmoción. El técnico afirma que la empresa maneja información de seguridad nacional y que él rinde un informe diario al gobernante. En su participación en el programa “Zol de la Mañana”-106.5-aseguróque el jefe de Estado designó a un abogado para “buscar un bajadero al acuerdo de Transcore”, ese dato explica aquello de contrato suspendido pero ejecutado y la temeridad del dueño de Aurix.
La excelente narrativa del Cambio, ahora período reformador, con grietas éticas acalladas, pretende circunscribir la responsabilidad del contrato firmado con Aurixa la jefatura militar que concluyó en el 2020. El resquicio para la manipulación es estrecho porque su ejecución continúa.
Más que su independencia, esta vez el Ministerio Público necesitará amianto para resistir el fuego y demostrar que una cosa es trabajar con la plaza a favor y otra enfrentar las miserias del poder desde el poder. El nombre de la operación, que suma una especie más al parque temático persecutor, es insinuante, parece que las habilidades del camaleón las tienen muchos.