Por Redacción
CRDmedia

El emperador, conocido por su bondad y “honestidad”, siempre ha mostrado una atención genuina hacia las necesidades de su gente. Prometió reducir los impuestos a su corte y bajar los precios de los alimentos y la gasolina para el pueblo llano, quienes en masas votó por él. Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, es probable que no pueda cumplir con esta última promesa debido a las complejidades de las economías de mercado que rigen los países capitalistas y “democráticos”.
Por otro lado, el magnate se presenta como una figura transparente que no oculta sus intenciones. Cumple con las metas establecidas, aunque muchas de estas vayan en contra de las buenas costumbres y valores tradicionales. Su gente lo entiende y le ama, ya que él también los comprende. El reconoce que, además de las necesidades básicas, tales como comer, beber, dormir, sus súbditos tienen otras, las cuales yacen en su “ADN ancestral“, en esa memoria genética que les hace tener ciertas inclinaciones hacia acciones que resultan aberrantes en la sociedad actual, reivindicándolos como seres superiores en esta sociedad. Sin embargo, esta condición no puede ser mostrada abiertamente debido a las leyes, tratados, educación y formas de hacer las cosas que, ante líderes diferentes, los mostrarían como monstruos, “esclavistas o vikingos“.
Todo esto nos indica que lo que antes era censurado, ahora pasará a ser normal, ya que el muro religioso que teníamos como regla moral estaría justificado por sus ministros, quienes lo permitirán y ocultarán, ya que en sus altares claman millares de jovencitas violadas, cuyas criaturas engendradas van a parar a las manos del carnicero titulado, el cual también es parte de la congregación, y que se se sepa, el entorno familiar no es la excepción al de la iglesia.
Entonces, no debe extrañarnos ver aviones militares llenos de inmigrantes ilegales con grilletes en manos y pies, cuyo único delito fue ingresar a la tierra de la estatua de la libertad de forma inapropiada. Pero, ¿por qué tratarlos así? Humillarlos y rebajar sus condiciones humanas a la de animales. Si pensamos en lo antes dicho, podríamos llegar a la conclusión de que todo se debe a esa sed de sangre y de sentirse superior, la cual necesita ser mostrada y validada. El emperador lo entiende muy bien y está dispuesto a satisfacer estas necesidades, aunque tenga que transformar el mismo evangelio de nuestro señor Jesucristo.