Por Juan Manuel Morel Pérez
Ciudadanía RD Media
La reforma policial es un tema que ha sido ampliamente apoyado en la sociedad, ya que se busca mejorar las prácticas y la imagen de nuestra policía, reforma que ha estado en discusión durante mucho tiempo, hasta que por fin encontró una voluntad de Estado en que se materialice. Una de las cuestiones clave que se deben abordar para lograr una reforma efectiva es romper con los males que arrastra la educación policial y que existe en la Escuela de Altos estudios Policiales, unidad responsable de formar a los policías oficiales
Como discípulo del creador y fundador del Instituto Policial de Estudios Superiores (IPES), mi padrino el general Julio Cesar Lorenzo Campusano y como docente, de dicha escuela, con la seguridad de que a raíz de esta intervención no se me convocara más por allá, me creo tener la suficiente calidad y compromiso para hacer una sana crítica y contribuir a poder mejorar y llevar a cabo una reforma efectiva en las fuerzas del orden.
En la actualidad existe una decisión de impulsar un nuevo modelo educativo policial, que para producirse deben generarse cambios significativos en la Escuela de Alto Estudios Policiales, que viene arrastrando un conjunto de vicios institucionales, provenientes de la “vieja policía” como denomino Delis Herasme, que de no hacerlos no se mejorara la educación de nuestros oficiales y es que basada en la tesis de que la educación policial se promueve a través de sus estudiantes y que se debe proyectar una calidad, muy pocos cursantes son reprobados por una especie de complacencia y tráfico de influencias educativas, que van desde la negativa de fomentar la investigación, análisis y honestidad académica hasta la validación -pasar la asignatura- de estudiantes que no tienen las competencias necesarias, que provoca que los oficiales puedan graduarse no estando adecuadamente preparados para enfrentar las complejidades y desafíos de la aplicación de su función.
La complacencia docente en altos estudios policiales, es un problema latente que pone al docente en una encrucijada entre los principios y el resultado, cuando los oficiales, sin la rigurosidad de un instrumento idóneo y de honestidad, son aprobados por simpatías o por el hecho del grado jerárquico, nodo familiar, función institucional u otra causa ajena a la capacidad, que se seguir esta practica continuaremos dañando la institucionalidad y calidad académica entorpeciendo un proceso de reforma real y a la vez desmotivando a los docentes, que casi en su totalidad ofrecen sus cátedras de maneras gratuitas, puesto a que en los programas de diplomados enfocados a los oficiales, no se reditúa la labor docente, mientras que otras personas si reciben remuneraciones como profesores y no se ven por las aulas ejerciendo su rol, lo que también puede contribuir a prácticas corruptas en el ámbito docente; recordemos que la valorización de los docentes también juega un papel crucial en la calidad académica. Un profesorado desmotivado no podrá inculcar los valores y conocimientos necesarios para formar policías íntegros y comprometidos con su labor.
También es fundamental que nuestra policía revise y fortalezca sus estándares de evaluación o sea implementar herramientas e instrumentos calificativos más rigurosos, evaluaciones prácticas y pruebas de competencia en diversas áreas, además que los discentes sean que soliciten su participación en los programas educativos y no que lo envíen de manera obligatoria, además que aquellos que estén realizando estudios no tengan funciones operativas, ya que muchas veces sucede que los oficiales son enviado inconsultamente y remitidos en adición a sus funciones, por lo que ves cuesta arriba poder producir conocimientos si están estudiando y a la vez en labores operativas.
Solo a través de la implementación de estándares más estrictos y el apoyo adecuado a los estudiantes podemos garantizar que nuestros policías estén bien preparados para proteger y servir
La sana crítica que hacemos al sistema educativo de altos estudios policiales, debe ser tomada en cuenta para impulsar una reforma efectiva en la policía, pues es necesario identificar las fallas en la formación de los oficiales y proponer soluciones concretas para mejorar su desempeño y fomentar una cultura de respeto, transparencia y responsabilidad en la seguridad pública. Solo así se podrá construir una policía más justa, eficiente y comprometida con la seguridad y la protección de los derechos humanos. Consciente de que aquí seguiré como Montesinos con la esperanza que los tomadores de decisión escucharan esta “voz que clama en el desierto” y que mi intervención de esta semana, provocara que me califiquen de ingrato, rebelde , soberbio o enemigo, etcétera, por mi paso por las aulas policiales como docentes, lo que me hacer ser un testigo estelar de esas falencias y me hace tener todo documentado lo que he manifestado en este episodio del combate por la institucionalidad en el que estamos y ojala que quienes definen la política pública de la educación policial presten atención a lo manifestado hoy, sobre la escuela de altos estudio, sin dejar de hacer una profilaxis en otras.