ACCIONES DE LA NIÑEZ, RECUERDOS HOY

 

Por Angela Lora
Ciudadania RD Media

En alguno de los momentos de descanso de este fin de semana feriado y alargado estuve viendo algunas películas y coincidencialmente en dos ocasiones diferentes se repitió la misma frase:

¨ No son tus recuerdos los que te definen, sino tus acciones ¨.

Me detuve en ese instante a reflexionar y desde mi punto de vista personal no pude corroborar esa afirmación. Me quedé buscando en mi memoria aquellos recuerdos que han podido impactar en mi y qué tanto de lo que soy, hago o digo, queda reflejado. Si bien es cierto que no debemos quedarnos estacionados en los recuerdos, también hay que considerar que las acciones de un momento pasado se convierten en los recuerdos de hoy y si las mismas han impactado en nuestras vidas, pues contribuyen a formar la persona que ahora somos.

Como podrán imaginar, una reflexión lleva a la otra. Empezaron a correr imágenes en mi cabeza y llegué hasta unos recuerdos muy distantes, de cuando tenía muy poca edad.

Estudios recientes indican que se puede tener recuerdos de vivencias a partir de los 4 años de edad, aunque anteriormente se decía que la memoria solo retenía recuerdos a partir de los 6 años. Mi mente estuvo divagando hasta que llegué a esos primeros recuerdos y sacando cuentas pude deducir que debía tener entre 3 y 5 años. Demasiado traviesa.

A esa edad recuerdo haber pasado por varias escuelitas, porque no es que tenga acumulados muchos años, pero en esa época no eran usuales los maternales ni los pre-escolares, o por lo menos en mi hogar no había condiciones para ajustarse a esos parámetros. Siempre fui pequeña de tamaño, independientemente de la edad, y por ser inquieta siempre encontraba quien me protegiera y apoyara.

Una de esas escuelitas tenía varios cursos. Era una casa de dos niveles y tengo muy clara en mi memoria la imagen del ramo del árbol del patio que se extendía hasta el balcón del segundo piso y de que en algún momento llegué a utilizar ese camino peligroso para bajar al patio, en vez de las escaleras. Parecía una ardillita. Rango de edad: entre 3 y 4 años. Esas acciones deben haber cultivado algo de osadía en mi.

Después de pasar por esa escuela (sospecho que debieron haberle dicho a mi madre que no podían darme seguimiento) pasé a otra también en una casa, pero esta vez de un solo nivel y que además solo daba clases a pequeñitos, tipo preescolar y con la particularidad de que había que llevar su silla. La mía era especial, me la había hecho un tío también especial que era experto y además le ponía mucho amor.

Salía de mi casa con camisa blanca y pantalones cortos azules, mochila en la espalda y la silla en la cabeza, como quien cultiva futuro y va cargando con alegría y orgullo sus herramientas.

Al terminar la clase debía esperar a que me fueran a buscar y solía entrar al negocio que quedaba justo al lado, una carbonería. Me sentaba en mi sillita junto a la esposa del carbonero y sostenía largas conversaciones; normalmente era solo yo quien hablaba y cuando no estaba contando algo era porque estaba preguntando algo. Mi camisa dejaba de ser blanca porque tranquilita no me quedaba. Conocí a muy temprana edad el negocio de venta de carbón, aunque ahora no recuerdo a qué precios se comercializaba en esa época.

Todavía no tenía 5 años.

Y me queda claro la edad porque de ahí pasé al colegio formal, al de las Hermanas Salesianas, y para hacer el ingreso en primero de primaria había que depositar acta de nacimiento y tener edad mínima de 6 años. Me contó mi madre que esperó que pasara todo el proceso de inscripción y comenzaran las clases para entregar los documentos solicitados porque aún no cumplía la edad requerida. Para aumentar la dificultad, por los resultados del exámen de ingreso calificaba para estar en 2do de primaria, que fue el nivel en que inicié clases allí y para el cual debía tener 7 años.

Me tocó hacer la prueba de admisión en el mismo grupo conjuntamente con dos hijas de una vecina, amiga de mi madre. Ambas eran mayor que yo, pero parece que tenían alguna dificultad con el exámen, y a pesar de que yo era inquieta y traviesa (ya no lo soy), mantenía la inocencia (sigo manteniéndola), y tras completar mi exámen rápidamente, tuve oportunidad de ayudarles a llenar las prreguntas que ellas no habían podido completar, pero no como quien susurra un secreto, o está haciendo trampas en un exámen, sino de la manera más natural, conversando y contestando lo que me preguntaban. Por supuesto me llamaron la atención y me mandaron a quedarme quieta en mi asiento.

No puedo decir que vivo en el pasado, pero si puedo afirmar que las accciones del pasado, como del momento presente que está casi convirtiéndose en pasado, me definen. Esa primera infancia definió mi camino, pero también, al recordarlo ahora, me reafirma en curiosidad, en estudio, en socialización, en el trabajo constante.

¿Cuáles recuerdos llegan a tu memoria?

 

Fuente En la Punta de la Lengua

Redacción
Author: Redacción

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